CUENTOS PARA LA REFLEXIÓN I
LA VANIDAD:
Hace mucho tiempo vivía una rosa no muy hermosa, pero su color y su dulzura la hacían ser la más llamativa del rosal. Cada mañana despertaba con las primeras luces del alba, bañada por el roció y ofrecía a todo lo que la rodeaba su dulce aroma, acompañada por la suave brisa del día.
Su danza era majestuosa, sutil, pero al mismo tiempo desgarradora pues solo podía presentarla a quien estuviera cerca de ella, ya que su condición le impedía mover sus raíces de aquel lugar y mañana tras mañana regalaba a la vista todo lo que ella creía que le hacía especial.
Tanto fue así que un pájaro de lindos colores se percató de su dulzura y fue a beber de sus pétalos, a cambio cantó para que ella siguiera su danza.
El pájaro no encontró motivo alguno para abandonar aquel lugar, ni siquiera las espinas que se clavaban en sus pequeñas patas causándole dolor, pero el consideraba que lo que la rosa le regalaba superaba cualquier sufrimiento, ya que bebía de ella, respiraba su olor y sentía que una pequeña parte de su danza iba destinada a el. Así cada día volaba a un lugar diferente para traer un presente y ofrecérselo a la rosa.
Un día llegó con una semilla, la que traía fuertemente agarrada con su pico para no extraviarla, pero la rosa más allá del agradecimiento le reprochó… ¿porqué me traes ese presente?, ¿no te das cuenta que si cae en la tierra crecerá malas hierbas?, entonces me ahogaré y moriré !!… pero el pájaro más allá de enfadarse voló y con la siguiente aurora le trajo otro presente, esta vez fue un gusano para alimentarla, la rosa observando lo que le trajo de nuevo el pájaro se dirigió a este… ¿porqué un gusano?, ¿no te das cuenta de que el se alimentará de mi, me dejará sin hojas y ya no podré mecerme?, quedaré llena de huellas y entonces nadie se acordará que alguna vez existí.
Día tras día el pájaro volaba trayendo consigo un nuevo presente, el cual siempre la rosa ignoraba, porqué estaba demasiado ocupada en dejarse mecer por la brisa, tanto era así que no se percató de la llegada de la primavera.
El pájaro sintió tanta felicidad por la llegada de la nueva estación que fue a contárselo, pero ella más allá de sentir dicha, lo miró y lo que vio fue eso… «un pájaro», no se sintió reflejada en el, porque al fin y al cabo ella era delicada y no podía abandonar el lugar donde pertenecía, en cambio el tenía alas que le permitían volar y aunque se desvivía por hacerla feliz, ella solo veía un ser diferente y le dijo que «volara y no regresara jamás».
Y así pasaron los días y con ellos la rosa se dio cuenta que aunque diferente a ella, el pájaro era el único que se preocupaba por su existencia y empezó a sentirse triste, vacía y débil. Mientras tanto el pájaro para olvidarla buscaba nuevos lugares, pero sin ningún resultado, ya que su corazón estaba unido a la rosa.
Un día decidió volver y se encontró que la rosa se marchitaba y quedándose junto a ella vio con tristeza como perdía sus pétalos. Con cada uno de ellos se iba la alegría, la compañía, las diferencias, el color, la razón de volar cada día… y cuando cayo el último pétalo el pájaro abandonó la vida, pues en el tiempo que estuvo cerca de lo amado, se olvidó de comer, de dormir, de beber,… se había agarrado tanto a la rosa que ya no sentía el dolor de las espinas, heridas que le hacían sangrar y por las cuales abandonaba todo hilo de vida.
No se dieron un momento para decirse lo que sentían, pues aunque diferentes «SE AMABAN».
MORALEJA: En esta vida no se puede ser orgulloso y vanidoso en el amor, hay que ser humilde, bondadoso y generoso, teniendo el valor para decir lo que se siente aunque seamos diferentes.
Aprende del pájaro, para querer a la «ROSA» aprendió amar a sus espinas.
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